Mi verano en Tsinghua: Conocimiento, amistades y nuevas perspectivas

Pamela Solange Prudencio Lezama
Estudiante de Ingeniería Empresarial – Universidad del Pacífico
Mi experiencia en el Summer School de la Universidad de Tsinghua este pasado julio fue mucho más de lo que esperaba. Sabía que sería interesante, pero no imaginé que terminaría siendo tan formativa tanto a nivel académico como personal. Durante esas dos semanas, no solo aprendí sobre temas avanzados en ingeniería y analítica de datos, sino que también pude sumergirme en la cultura china y compartir con personas de todas partes del mundo.
El programa estaba bien estructurado y equilibraba perfectamente el tiempo entre el aula y las actividades fuera de ella. Por las mañanas, generalmente teníamos clases donde se abordaban temas relacionados con la industria actual, siempre con un enfoque muy aplicado. Los profesores conocían bien su materia y supieron explicar conceptos complejos de manera comprensible, incluso para quienes no estábamos familiarizados con algunos términos técnicos. Me gustó especialmente que las sesiones no eran pura teoría; incluían ejemplos reales y casos de estudio que permitían entender cómo se implementan estas ideas en empresas líderes a nivel global.
Por las tardes, el programa incluía visitas a empresas o actividades culturales. Las visitas fueron una de las partes que más disfruté. Pude ver de primera mano cómo operan compañías reconocidas a nivel internacional y observar sus procesos de producción, su logística y su uso de tecnología. Fue interesante comprobar cómo algo que habíamos discutido en clase horas antes se materializaba en una fábrica o en un centro de distribución. Esas visitas no solo complementaron lo aprendido, sino que también dieron pie a conversaciones entre nosotros sobre similitudes y diferencias con las industrias en nuestros países de origen.
El componente cultural también jugó un papel importante. Visitamos lugares emblemáticos como la Gran Muralla y la Ciudad Prohibida, lo cual no solo fue impresionante por su valor histórico, sino también porque ayudó a entender la mentalidad y la disciplina detrás del desarrollo económico de China. Además, participamos en talleres cortos sobre actividades tradicionales, lo que agregó una capa más profunda a la experiencia general. Hasta probamos comidas locales que, admito, al principio generaban algo de curiosidad pero que finalmente se convirtieron en parte de los recuerdos más auténticos del viaje.
Por otro lado, la convivencia con los demás participantes se convirtió, sin duda, en el aspecto más valioso de la experiencia. El grupo estaba conformado por estudiantes de India, Brasil, Corea, Vietnam, Alemania y otros países, lo que enriqueció cada discusión y actividad. Aunque inicialmente costó romper el hielo, en poco tiempo estábamos colaborando en proyectos, compartiendo comidas e intercambiando perspectivas sobre cómo se abordan problemas industriales en contextos tan diversos. Estas interacciones me permitieron aprender tanto de mis compañeros como de los cursos mismos, y practicar habilidades esenciales para entornos multiculturales, desde la coordinación de horarios hasta la resolución de desacuerdos en equipo.
Fueron esos momentos, especialmente los informales, los que dieron mayor profundidad a la experiencia. Una noche, junto con algunas amigas, organizamos una reunión donde cada una compartió algo representativo de su país y terminamos conversando durante horas sobre nuestras universidades, familias y aspiraciones. Fue entonces cuando comprendí que, más allá de los conocimientos técnicos, estaba ganando una comprensión auténtica de las similitudes y diferencias en la forma de trabajar, comunicarnos y conectar entre culturas. Esa capacidad de encontrar puntos en común a pesar de las distancias se convirtió en el verdadero corazón de mi paso por Tsinghua.
Ahora, de vuelta en casa, reflexiono sobre lo que esta experiencia significó para mí. No solo reforzó conocimientos que ya tenía, sino que me abrió los ojos a nuevas formas de pensar y abordar problemas. Tengo una visión más clara de cómo lo que estudio se inserta en un contexto global y de qué manera puedo contribuir desde mi campo. Además, me llevo amistades y contactos que espero mantener en el futuro.
Agradezco a la universidad y al CECHAP que hicieron posible mi participación en este programa. Fue una inversión de tiempo y esfuerzo que valió completamente la pena. Para quienes tengan la oportunidad de vivir una experiencia similar, mi recomendación es que no lo duden. Puede resultar un reto al principio, pero los beneficios (en conocimiento, redes personales y crecimiento individual) son incuestionables. Estas dos semanas en Tsinghua no solo añadieron una línea a mi currículum, sino que me dieron herramientas y recuerdos que llevaré conmigo mucho después de graduarme.